Lo probé una mañana que no podía ni con mis pestañas... y vaya subidón suave! No es ese café que te pone a mil, sino un empujoncito amable.
El sabor tiene su punto.. el té verde se nota, pero el jengibre entra como un pellizquito picante que espabila sin molestar, y el limón le da ese frescor que me recordó a los veranos en la terraza con mi marido y el ventilador a tope. A 90 °C el agua, 3 minutitos de infusión y ya está lista. La pirámide se infla bien y suelta todo el sabor, nada de esas bolsitas raquíticas.
También lo probé en frío: lo dejé enfriar, le puse hielo, una rodaja de limón y ale, al jardín. Fue mi "refresco saludable" de la tarde. Después de una comida algo cargadita, me ayudó a no sentirme como un globo aerostático.
No es un milagro, pero sí un aliado diario que me hace sentir ligera, despejada y hasta con un pelín más de ganas de caminar al parque. Un té que no solo sabe bien, sino que me cuida sin hacer ruido.