Tiene ese sabor terroso tan característico (te tiene que gustar), como a bosque húmedo después de llover nada de sabores sintéticos o perfumes empalagosos, aquí hay hoja de verdad.
La lata trae 45 pirámides, y eso se agradece porque dura bastante. Yo me lo tomo después de comer, especialmente esos días que uno se pasa un poco con el pan o el arroz y noto cómo me aligera el estómago sin tener que echar mano de pastillas. Y si me levanto con modorra, me pongo una pirámide a infusionar mientras caliento el agua (unos 250 ml a 90 °C, no hace falta hervirla), y ya tengo energía suficiente para ponerme en marcha sin el zumbido del café.
Lo infusiono unos 4 minutos, lo justo para que coja fuerza sin amargar. A veces le echo un chorrito de limón, y si estoy golosa, un pelín de miel. Pero sola también entra estupendamente. Además, al venir en pirámides, no hay lío con infusores ni residuos por toda la cocina.
Es un té serio, de los que no se andan con tonterías. Si buscas algo funcional, digestivo y con carácter.