No soy de cambiar mi rutina matutina con facilidad. Soy más bien de los que, medio dormido, busca siempre la misma taza, el mismo sabor, la misma inercia..
Pero tras recibirlo, la presentación me pareció simpática: una latita bien etiquetada, fácil de guardar y con ese aire de producto cuidado, casi artesanal. Me gustó que sea 100% natural y sin azúcar, porque intento cuidar lo que consumo sin renunciar al sabor.
La primera vez lo preparé con agua caliente a unos 80 °C, siguiendo más o menos mi instinto y no tanto una receta fija. Al disolverlo, me sorprendió lo rápido que se integró sin dejar grumos. El aroma fue lo primero que me atrapó.. ese equilibrio entre el cacao y el plátano me recordó al batido que me hacía mi abuela cuando era niño, solo que con el fondo elegante del té negro. No es empalagoso, pero sí reconfortante.
Otra vez lo probé con leche de avena caliente, y la experiencia cambió del todo. El sabor se volvió más redondo, como un postre líquido que además te despeja la cabeza. Es una energía más serena, más limpia. No lo usaría como único reemplazo del café, pero sí como una excelente alternativa para esos días en los que necesitas una chispa sin volverte un manojo de nervios.
No solo cumple lo que promete, sino que se cuela fácilmente en tu rutina como ese pequeño detalle que hace el día más llevadero.