Ahora que tengo más tiempo para mí, he empezado a hacerme una infusión después de la comida, como una especie de ritual tranquilito.
Las pirámides de manzanilla vienen en una lata monísima, metálica, nada de cajas que se deshacen con la humedad de la cocina. Y se nota que la manzanilla es buena: las bolsitas tienen flor de verdad, no polvo, y al meterla en agua caliente (yo la dejo unos 6 minutos, no más) suelta un aroma floral suavecito, nada invasivo.
La uso sobre todo después de comer cuando siento que he comido algo más pesado. Me calma el estómago, como un abrazo interno. Y por la noche, si la preparo con un chorrito de miel, me relaja tanto que acabo dormida antes de que termine la película. También me la llevé un finde a casa de mi hija y ella se sorprendió con lo bien que olía y el sabor tan natural.
Relaja, ayuda con la digestión y además sabe bien.